viernes, 28 de agosto de 2015

¿El odio “envenena” la sangre?

¿El odio “envenena” la sangre?

 

Las emociones negativas impactan inmediatamente en nuestro cuerpo: nos hacen doler la cabeza, nos causan una subida de presión, una contractura… Conversamos con el doctor Ré sobre cómo afectan nuestra salud física y mental a largo plazo y de qué forma podemos transformarlas en sentimientos positivos y superadores.

La ira, que es una emoción perturbadora, actúa sobre nuestro sistema emocional afectivo liberando neurotransmisores nocivos, especialmente corticoesteroides altamente dañinos para la salud, afectando toda la vida de la persona con especial énfasis en el cerebro, el hipotálamo y los reguladores del cerebro. Las emociones afectan directamente a todo nuestro sistema de defensa inmunológico, provocando internamente procesos inflamatorios que provocarán un sinnúmero de enfermedades y muchas de ellas psicosomáticas.


-¿Por qué las emociones afectan nuestra salud?

Lo que nos afecta no son los hechos, sino cómo tomamos esas circunstancias. Es decir, cómo enfrentamos las alegrías o las tristezas, cómo elaboramos los éxitos y los fracasos, y sobre todo como respondemos a eso. Cuando nuestra respuesta es pasional y con pensamientos negativos, asociamos esa negatividad con sensaciones de malhumor y eso afecta nuestros sentimientos y genera un intenso malestar interno. Todo este componente afecta directamente el sistema nervioso.

¿Cuáles son las dolencias más frecuentes como consecuencia de cuestiones emocionales?

Son muchas, entre ellas: colon irritable, hipertensión arterial, dolencias cardíacas, diabetes, en los que tienen predisposición a ella, hipotiroidismo o cuestiones musculares. Hay otras, como los ataques de pánico o la depresión, que se han generalizado mucho en este tiempo.

-Esas últimas son más frecuentes que antes. ¿Por qué nuestros abuelos sufrían menos esos trastornos?

Efectivamente, el pánico es casi una moda en la actualidad, se incrementó mucho y afecta a una cantidad mayor afectada por esto. En realidad, creo que estamos expuestos a formas de vida que no nos permiten generar respuestas saludables. Paramos menos la pelota, pensamos menos, como resultado de una sociedad que nos obliga a responder rápido ante estímulos realmente negativos. Las reacciones reflexivas no están bien vistas porque demandan tiempo; eso es valioso en esta cultura, erróneamente más valioso que nuestra propia salud.


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